Lo importante son las personas

Lo importante son las personas

Hace unos cuantos años que trabajo como fisioterapeuta. Ni muchos ni pocos, 10. Llevo viviendo «a la carrera» desde hace un año que soy padre y acto seguido decidí emprender junto a mi mujer. Juntos hemos montado con todo el cariño y la ilusión del mundo Fisioterapia Goya. La vida es así, cuando te pones…te pones de verdad.

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En mis años de profesión he tenido la suerte de trabajar con y para muchas personas. Compañeros fisioterapeutas, jefes y jefas fisioterapeutas y algunos que no lo eran. Y pacientes, muchos pacientes. Todos buenas personas, algún@s a su manera.

He ido aprendiendo mucho de los compañeros con los que me ha tocado trabajar.  En mis comienzos coincidí con un colega de profesión que, pese a no tener una formación profesional excelente, compensaba sus tratamientos con un gran trato humano que le hacía conseguir mejores resultados que el resto.  Recuerdo a otro que automatizaba el trabajo de tal manera que siempre llegaba al mismo grado de aburrimiento y acabó cambiando de oficio. Me he cruzado también con buen@s jefas y jefes.  Y con un par de ellos obsesionados de tal manera con el dinero que perdían la perspectiva humana y lo convertían todo en pura estadística, exprimiendo y agobiando a cualquier persona que trabajara para ellos. También de estos se aprenden cosas.

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He estudiado, trabajado y trabajo junto a compañer@s que son auténticos genios, cada un@ en su especialidad. De hecho pienso que si algún día concedieran un sucedáneo de  «estrellas michelín» en lo nuestro, más de un@ de los que conozco se la merecería.

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Y tras todo este tiempo lo que me ha quedado claro es que los fisioterapeutas y osteópatas que aman de verdad su trabajo son aquellos que, además de conocer cómo funciona el cuerpo humano cada día mejor -porque nunca dejan de estudiarlo-, han aprendido a ponerse en la piel de sus pacientes. No hablo de ser sus amigos(que en algunas ocasiones puede suceder), ni de sentir todo lo que ellos sienten -sinó acabaríamos nosotros en tratamiento- , me refiero a que durante la hora que pasan en la camilla sean las personas más importantes de nuestro mundo.

Creo que para estar realmente enamorados de nuestro trabajo, debemos de «enamorarnos» de cada uno de los pacientes que pasan por nuestra consulta. Y que nadie me malinterprete, no hablo del enamoramiento de una pareja de novios ni del de un amor platónico. Hablo de tratar a nuestros pacientes poniendo todos los sentidos cada vez que vengan a vernos, de forma desinteresada(aunque nos vayan a pagar), dejando atrás nuestras preocupaciones del día. Es la manera de tener cada día más ganas de estudiar sobre los casos que se nos presentan y de evolucionar profesionalmente. Para todo esto veo clave tener un horario que respete los momentos de descanso y de comidas, porque explotado nadie trabaja bien.

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Esta dedicación al paciente no debería depender de que aquellos a quienes tengamos en ese momento en la camilla nos caigan mejor o peor, de que sean más simpáticos o nos ríamos con ellos. Todos los pacientes -personas- tienen su parte buena y es la que tenemos que conseguir ver. Se puede. Además, desde ese prisma muy probablemente consigamos entender mejor qué problema da origen a sus síntomas y cómo solucionarlo en el menor tiempo posible.  Acabaremos cansados, sí, pero con esa generosidad disfrutaremos más de nuestro trabajo y por descontado seremos más felices. Esa es mi experiencia y quería compartirla por si a alguien le sirve. Al fin y al cabo, creo que lo importante son las personas.

 

 

 

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